Gracia en medio de la desgracia
Acabamos de llegar de nuestras vacaciones "in-civilizadas", sin Internet, sin TV, sin radio... aunque pudimos saber por el periódico de la fatídica noticia que nos sobrecogió a todos, aun más cuando nuestros vecinos eran Eloy y Rafi, de Canarias, y que conocían de algunos que viajaban en ese vuelo.
Obviamente, este tipo de accidentes tan trágicos le hacen a uno recapacitar de la brevedad de la vida, de que no somos nosotros quienes controlamos la situación, de que es necesario estar preparados para lo que venga... ¿Cuántos harán caso de las advertencias de prepararse para estar ante el Señor? La diferencia es sutil, pero decisiva: o con Cristo, o sin Cristo. O en Cristo, o fuera de Cristo. ¡Nada de sucedáneos! ¡Nada de mediocridades! ¿Hasta cuándo buscaremos soluciones intermedias que no solucionan nuestra alternativa vital?
Lo fácil será levantar el puño al cielo y retar a Dios. Le buscamos, aunque sea para reprocharle en la cara los males que acontecen. Otros le buscaremos para pedirle gracia y socorro en estos momentos. Unos buscarán sus manos para golpearle por lo mal que lo ha hecho. Otros buscaremos sus manos para que nos consuele.
¡Oh, Dios, danos tu gracia en medio de la desgracia!
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